SEMILLAS NATIVAS Y CRIOLLAS.

GUARDIANAS DE LA BIODIVERSIDAD Y LA SOBERANIA ALIMENTARIA.

Las semillas nativas y criollas representan mucho más que una forma de cultivar: son el resultado de siglos de selección campesina, adaptación al entorno y transmisión de conocimientos. En un contexto global marcado por la pérdida de diversidad genética y la estandarización agrícola, preservar estas semillas es clave para garantizar la agrobiodiversidad y la soberanía alimentaria.

Este artículo explora qué son, por qué son importantes, y cómo podemos protegerlas desde la práctica cotidiana y las políticas públicas.

¿Qué son las semillas nativas y criollas?

Las semillas nativas son aquellas propias de una región, adaptadas a sus condiciones ecológicas, muchas veces utilizadas por pueblos originarios desde tiempos ancestrales.
Las semillas criollas, por su parte, son variedades que han sido seleccionadas, mejoradas y conservadas por generaciones de agricultores y agricultoras en distintos territorios.

Ambas comparten un valor incalculable: su capacidad de adaptación, su diversidad genética y su vínculo con las culturas locales.

Importancia de conservar las semillas nativas y criollas

Preservar estas semillas permite:

  • Asegurar la diversidad genética de los cultivos, esencial frente al cambio climático.
  • Garantizar la soberanía alimentaria, es decir, el derecho de los pueblos a decidir cómo y con qué semillas producir sus alimentos.
  • Proteger saberes ancestrales y modelos de producción sostenibles.
  • Mantener sabores, colores y propiedades nutricionales que la agricultura industrial ha ido perdiendo.

Cada semilla criolla conservada es una expresión viva de la biodiversidad alimentaria.

Estrategias de conservación: prácticas y comunitarias

La conservación de semillas puede hacerse de manera ex situ (fuera del entorno original, como en bancos de semillas) o in situ (en su lugar de origen, dentro de huertas y campos).

Acciones concretas incluyen:

  • Crear o participar en bancos de semillas criollas locales.
  • Organizar ferias e intercambios comunitarios.
  • Cultivar y reproducir semillas en huertas propias, respetando ciclos y condiciones naturales.
  • Documentar saberes asociados a su cultivo y uso.

En Argentina existen iniciativas como redes de guardianes de semillas, que promueven el cuidado colaborativo del patrimonio genético local.

Semillas, políticas públicas y lucha por la soberanía

La defensa de las semillas criollas también es una cuestión política. La existencia de leyes que restringen el uso, reproducción o intercambio de semillas por fuera del sistema comercial amenaza la libertad de los pueblos.

Por eso, movimientos agroecológicos y campesinos impulsan marcos legales que reconozcan el derecho a conservar, intercambiar y cultivar semillas autóctonas sin trabas.

¿Qué podés hacer vos?

  • Elegí variedades locales en tu huerta.
  • Participá en encuentros de intercambio de semillas.
  • Apoyá mercados de productos cultivados con semillas criollas.
  • Difundí y valorá estos conocimientos en tu comunidad.

Cada persona puede ser parte de esta red de conservación. Sembrar una semilla criolla es un acto de autonomía, memoria y futuro.

Las semillas nativas y criollas son esenciales para la resiliencia de los sistemas alimentarios y la protección de la biodiversidad. Su conservación no es solo un acto técnico: es una decisión cultural, política y ecológica.

Defenderlas es defender la vida en toda su diversidad.

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